Alesia Martínez

Artículo original en periodismohumano.com

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Más de 500 mujeres se dan cita para buscar soluciones integrales a los problemas de la región (Foto: Darío Chiquitó)

Las mujeres que han hecho grandes luchas en Guatemala han sido perseguidas, amenazadas y asesinadas. Porque la muerte no solo llega cuando te matan con un arma, también cuando te hieren el alma y te quitan la voz”. Ante un aforo de más de 500 mujeres procedentes de todo el continente americano, Silvia Gereda, presidenta del capítulo de Voces Vitales en el país, periodista y catedrática guatemalteca, inició con voz quebrada su discurso inaugural en el Primer Encuentro y Diálogo para Mujeres Centroamericanas, celebrado a finales de mes en la ciudad capital.

“Hace unos días les expresé a mis tres hijas que una jamás debe amedrentarse frente a las amenazas, que es legítimo desobedecer órdenes y decisiones injustas. Y venciendo todo ello aquí estoy, porque he decidido no tener más miedo, no ceder ante los abusos de poder y darles una lección de vida. Solo con valentía y poniendo toda nuestra inteligencia al servicio del amor y de la paz, podremos construir una sociedad más justa y equitativa“. Todavía nerviosa Gereda recogía su carta de renuncia presentada la noche anterior, retractándose de una decisión producto del temor para seguir en su lucha, aquella que le ha de permitir alcanzar un sueño colectivo.

Una administración pública con instituciones efectivas e incluyentes. La generación de propuestas que mejoren el ambiente de convivencia en cuanto a seguridad pública. La mejora de la calidad y el acceso a la educación y a los servicios de salud. La promoción de iniciativas empresariales sustentadas sobre la base de un desarrollo económico incluyente. Y la necesidad de acceder a empleos dignos que favorezcan la competitividad sana, el dinamismo y la prosperidad entre hombres y mujeres. Es todavía muy largo el camino a recorrer, antes de conseguirlo.

Las cifras no mienten

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Más de 500 mujeres de todo el continente americano se reunieron en Guatemala (Foto: Darío Chiquitó)

Guatemala ocupa la posición 111 de 134 países en cuanto a situación de la mujer, lo que la convierte en la nación con peor puntuación de toda Centroamérica, seguida de Honduras (en el lugar 62) y El Salvador (en el 55). Ello contrasta con países como Finlandia, Islandia, Noruega, Irlanda o Dinamarca, que son los que aparecen mejor posicionados según un estudio presentado por la organización no gubernamental Vital Voices. Guatemala tiene además uno de los índices de violencia intrafamiliar mundialmente más elevados, habiendo sido asesinadas en menos de 5 años más de 6000 mujeres, crímenes que en su mayoría permanecen impunes.

Las mayores desigualdades entre sexos se observan en el acceso y las oportunidades de la mujer para obtener ingresos permanentes, siendo especialmente en los sectores económico y político donde éstas tienen una menor incidencia. En la actualidad solo hay 18 diputadas de 158 curules y ninguna ministra. Además son muchos más los obstáculos que debe afrontar la empresaria, con un porcentaje de habilidad de la mujer para acceder a puestos de alta dirección de tan solo el 4,45% y una tasa de desempleo del 3,68% frente al 2,82% de las fuerzas activas masculinas. El estudio concluye afirmando que la situación de igualdad de la mujer en Guatemala es altamente precaria, lo que resulta preocupante teniendo en cuenta que éstas representan más del 50% del total de la población.

Generando un cambio

Pese a ello Karla González, ex ministra de Obras Públicas y Transporte de Costa Rica y experta en Resolución de Conflictos, cree firmemente que cuando se asumen retos y se está dispuesto a pagar el precio, sí es posible que la mujer logre cosas en ámbitos donde parece que solo los hombres pueden lograrlo. “Hay tres puntos fundamentales, comenta, que no se nos deben olvidar cuando estamos ocupando temporalmente un puesto de poder: la determinación, el sentido de urgencia y la certeza. Tenemos que estar completamente convencidas de que lo que estamos haciendo vale la pena, de lo contrario no lo hagamos porque es muy duro”. Además, añade, “tenemos que confiar en la intuición, que no es lo mismo que ser emocionales. Tener muy claro que hay que perder el miedo a disentir, pues a veces nos educan en el error de que la mujer debe ser obediente y sumisa todo el tiempo.” En una sociedad como la guatemalteca, donde tradicionalmente la última palabra y la toma de decisiones han sido monopolizadas por los hombres, el embrión del cambio está en el ejemplo de mujeres como ella, quienes, gota a gota, van contribuyendo a propiciar un cambio de dirección.

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