La violencia económica y la explotación laboral a mujeres son dos de las manipulaciones más normalizadas y sibilinas que acarrean consecuencias verdaderamente inhabilitantes en la vida de las mujeres y de sus familias, provocando no sólo inestabilidad económica, como es evidente, sino también emocional, psicológica, social e, incluso en los casos más graves, física.
La violencia económica contra las mujeres es una técnica de control que se usa para apartarlas de la toma de decisiones económicas, así como para producir en ellas dependencia económica y emocional, en muchos de los casos, perjudicando gravemente su desarrollo tanto propio como el de sus familias (menores y personas dependientes a su cargo).
La explotación laboral, siendo un delito ya, se manifiesta de forma distinta contra hombres que contra mujeres. Dejando a un lado aspectos jurídicos, se hace referencia a esas situaciones precisamente por esta distinción en cuanto a su aplicación, destacando también la posición de las mujeres inmigrantes en este marco. Es importante tener en cuenta la interseccionalidad que define precisamente este fenómeno, para atajar las causas de por qué se produce y prevenir sus consecuencias.